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SAL SI PUEDES

Cosas que no tendremos y tendremos

Cosas que no tendremos y tendremos

COSAS QUE NO TENDREMOS

    Cosas que no tendremos:

Las mañanas de abril largas de amor y sueño.
Las tardes de noviembre con lluvia interminable.
Las noches del verano tercamente estrelladas.
Todas las madrugadas dulcísimas de otoño.

    Cosas que me he perdido:

No sabré del sabor de tu boca dormida.
No acunaré a tus hijos. No beberé tu vino.
No lloraré contigo viendo ningún ocaso.
No me amanecerá tu vientre entre las sábanas.

    Tengo todo un tesoro de lagunas y ausencias,
un muestrario completo de páginas en blanco.

 

Josefa Parra

 

 

COSAS QUE TENDREMOS

 

Cosas que tendremos:

 

Las mañanas de invierno rodeada por tus brazos.

Las tardes de julio y agosto con lluvias sempiternas mojando la ventana

pidiendo  ser cómplice de tus palabras audaces susurradas a mi oído.

Las noches gélidas congelando la luna en este cielo sureño.

Todas las madrugadas con el sabor de tus besos en mi boca.

 

Cosas que he ganado:

 

Conoceré el sabor de tu boca despierta.

Me acunaré en tus brazos. Beberé tu semen.

Reiré contigo meciéndote dentro mío.

Sentiré tus manos acariciándome bajo las sábanas

 

Tendré todo un cajón de recuerdos y risas,

Y un cuaderno de hojas en blanco  por escribir.

 

Mara González

 

cuando vemos al otro desnudo,

sin ropas que alhajen su cuerpo..

.con todos sus defectos y sus virtudes a descubierto,

con sus miedos, con sus flaquezas,

 sin maquillaje, absolutamente real, explicito,

desguarnecido…mostrándonos lo que es, su transparencia, 

y a pesar de todo, lo seguimos eligiendo…

eso es afecto ganado…

Soy

Soy

Yo soy aire, soy viento, soy agua,

soy fuego...puedo ser torbellino...

brisa suave y refrescante en una tarde calurosa de verano...

brasa que abraza y quema..

.agua que se escurre entre los dedos...

soy todo aquello que quiero ser y más...

Cuento a dos tiempos

Cuento a dos tiempos

 

Paso por tu puerta, golpeo...me abres, tomamos un vino, charlamos, nos contamos vivencias, algunas reales, otras inventadas, compartimos un espacio, un tiempo un momento de nuestra historia...y tu decides si me quedo o me voy...yo decido si volveré o no...

Regresé y no estabas...me fui al  Bar La Vida tomé el trago llamado Destino, despacio, sin prisa, lo caté como un buen vino, dejándome impregnar por el perfume de su aroma, lo acompañé con el amigo Silencio...

Volví una vez más …tu puerta continuaba cerrada...entonces seguí mi rumbo y paré en el Bar La vida nuevamente ...dentro estaba Destino junto a Silencio; me senté a su lado observaban de lejos la mesa en la cual se encontraban Esperanza, Alegría, Felicidad y Amor, en un gran jolgorio. Me eran tan ajenas que ni me animaba a mirarlas. Lentamente, Esperanza se me acercó y me dijo al oído Amor te invita un trago llamado Dulzura... Me acerque tímidamente a Amor. La timidez amiga fiel e inseparable me acompañaba, Amor me sonrió y  me invito una bebida se llamaba Néctar (el elixir de los dioses-me dijo al oído)…bebí lentamente hasta embriagarme con ese líquido suave, dulce que despacio fue alejándome de la Timidez hasta acercarme a la Desvergüenza y hacerme amiga de la Lujuria…Alegría y Felicidad se aparearon conmigo, y por un rato largo, que se me hizo infinito me olvidé de Soledad, de Tristeza, y de Vergüenza. Me sentía libre, experimentando sensaciones nuevas, extranjeras, desconocidas. Reí como nunca lo había hecho antes, pero cuando despunto el alba y poco a poco se fueron yendo …miré alrededor, el Bar  La Vida cuasi vacío…Soledad me miraba de soslayo sentada en la barra y Tristeza con una mueca infame en su rostro me invito a retirarme.  Amargura y Dolor me esperaban afuera.

 

 

El día se hizo noche, comenzó a llover. La lluvia caía perennemente, sempiterna. Los árboles se doblegaban ante mí por los azotes del viento. Las aguas corrían por las calles simulando arroyos, una ventisca fuerte gritaba su ira contenida. Sentía frío. Caminé de prisa sin saber dónde encontrar resguardo. El Bar La vida tenía sus puertas cerradas. Y vos…¿dónde estabas?.

 

 

Mara

Hay un hombre

Hay un hombre

Hubo un hombre, que un día llegó a mi guarida.

Hubo un hombre que un día llegó a mi guarida con su mochila al hombro, su guitarra, el vino y sus vivencias.

Ese hombre venia despacio, con conversaciones largas que anidaban la noche mientras el vino remojaba su garguero.

Este hombre habitaba mi cuerpo y dejaba su huella.

El hombre como vino se fue…en silencio y despacio…dejando recuerdos, el aroma a tabaco, el sabor del vino y a besos sin olvido…

 

 

Bajo las sábanas

Bajo las sábanas

 

Al cerrar los ojos imagino tus manos deambulando mi cuerpo

Tu lengua ávida recorre mis recónditos rincones quitándome hasta el aliento

No quiero despertar

de estas sábanas mojadas por tu ausencia

y la humedad de mi sexo que te grita y eres un eco,

una ilusión que irrumpe en la noche oscura

con destellos chispeantes de orgasmos incontrolables.

Quédate, no te vayas, permíteme ser tu hembra,

la que ávidamente devorará tu carne,

y te dejara sin aliento,

sin esperma.

 

Pequeñas imágenes cotidianas

Pequeñas imágenes cotidianas

 


Un tibio sol aplacaba el gélido frío que traía la brisa del mar. De todos modos se sentó en la terraza a beber el café de la mañana mientras leía el diario. Ella se acercó despacio con una taza de té en la mano y las páginas de sociales en la otra. Con un buen día involuntario lo saludó. Él levantó la vista ante su presencia y ella ni siquiera se preocupó en mirarlo.
Al enfriarse el té tan deprisa, se dio cuenta que la mañana estaba demasiado fresca para desayunar fuera y fue en busca del calor de la cocina.
La miraba partir. Su figura ágil y fresca le recordaba a aquella joven de la cual se había enamorado.
Muchos recuerdos le venían a la mente. Los primeros besos, las caricias tímidas, el descubrir del sexo y el amor. ¿Cuánto tiempo había pasado? Aquellas cosquillas que sentía al verla, dónde habían quedado.
Se preguntaba si ella aún sentiría lo mismo que él. El paso de los años anestesiaba el amor o a la pasión; lo que ahora experimentaba es el amor verdadero y lo otro, lo de los primeros tiempos, era la excitación, el frenesí.
Él le había propuesto un fin de semana lejos de los chicos, de la rutina, para darse un tiempo para charlar, para reavivar esas brazas aplacadas y volver a sentir el fuego que una vez los consumió.
Sentada en la banqueta bebiendo el té, leyendo el periódico, comiendo una tostada con manteca y mermelada, acomodándose el cabello detrás de la oreja cada vez que le tapaba los ojos, todos esas pequeñas imágenes cotidianas, cuántas veces las había visto sin mirarlas.
Comenzó a darse cuenta que la belleza continuaba intacta, o más aún... el paso de los años había acrecentado su hermosura. Esas mínimas líneas alrededor de los párpados, las huellas de tanta risa gozada junto a sus labios, le daban un toque de encanto a su incipiente madurez.
Él estaba distinto, los hombres envejecían precipitadamente. El vientre apremiante era el primer síntoma, la papada, las canas, cuando no, la caída del cabello. En cambio ellas, lograban, gracias a cremas, institutos de belleza, y demás artilugios mantenerse más jóvenes o dilatar la vejez.
Se conocieron en el cumpleaños de quince de una prima de ella. Él fue de colado. Llevaba puesto un vestido color rosa pálido, el cabello lacio y rubio que caía sobre sus hombros desnudos le atrajo enseguida. Acercándose tímidamente la invitó a bailar. Parecía una princesa rescatada de un cuento de hadas, para él, era la más bella, la más hermosa.
Danzaron toda la noche. Intercambiaron números de teléfonos y la invitación a reencontrarse en algún otro momento.
Pasaron unos días hasta que se animó a llamarla. Ella lo esperaba ansiosa.
Una tarde caminando por la rambla le dijo... ¿queres arreglarte conmigo?. Le sonrió, respondiéndole con un beso en los labios.
Con días de visita y salidas los sábados a bailar, transcurrieron los cinco años de noviazgo, hasta que decidieron casarse.
Eran jóvenes, con el mundo por delante. Él estudiaba y trabajaba, ella solo estudiaba. Con la ayuda de los padres de ambos; amor, pan y cebolla, fueron armando el hogar.
Luego el embarazo, mellizos... mejor dijo ella, matamos dos pájaros de un tiro. A él aún le quedaban unos años para recibirse de arquitecto, ella dejó los estudios a mitad de la carrera.
Ismael y Sofía nacieron prematuramente, las corridas al sanatorio, el armado de los bolsos, todo fue una confusión. Anécdota mil veces contada en cada reunión, acompañada de algún u otro agregado catastrófico, para hacerla aún más tragicómica.
Como una película la vida iba pasando delante de sus ojos. Teñida de momentos felices, otros más duros, pero fieles a esa promesa ante Dios, "en la salud y en la enfermedad, en la dicha y en la desgracia, en la prosperidad y en la adversidad".


Parecería que copian una noticia de la otra, nada nuevo, siempre lo mismo, todo sabido, las mismas caras, la misma hipocresía. Recién son las diez de la mañana, del sábado, ¡cuanto tiempo falta aún para el lunes! Como dice el dicho... al mal tiempo, buen cara.
Me daré una ducha y luego veremos.
Un baño de inmersión es lo que estoy necesitando, igual... qué apuro hay.
Mientras la bañera se llenaba, iba colocando las sales, los aceites, para que hidratasen la piel y sentir como esa espuma perfumada penetra en sus poros y la hace sentir fresca, revitalizada.
El agua estaba como a ella le gusta, ni demasiado caliente, ni muy fría. Cierra los ojos y disfruta. Siente como las manos deambulan su cuerpo, esa voz ronca le susurra al oído lo hermosa que es. Cada uno encaja en el otro como una llave en la cerradura correcta.
Se reía al acordarse cuando se conocieron. Ella estaba sentada en la plaza de comidas esperando a Esmeralda que se había retrasado, como de costumbre.
- ¿Este paquete es tuyo?
- Ah, si no me había dado cuenta, gracias.
Era alto, cabello negro, ojos de igual color, la piel bronceada, cuántos años tendría... veinticinco, venitiocho a lo sumo, más no creo.
Le regaló una sonrisa blanca y se fue.
- Hola Inés, perdona la demora, pero viste como es, los chicos, el tránsito, todo un enredo.
- ¡Ah!, hola, no te había visto llegar, ¿cómo estas?
- Se te ve distraída, ¿ pasó algo?
- No nada, todo bien... (pasó un morocho que me dio vuelta la cabeza, pero no te lo puedo contar).
- Tomamos un café y nos vamos de compras.
- Si claro, tengo que ver el regalo para Juan Pablo y otras cosas para los chicos.
- Ok.
Entraron a la tienda preferida de Inés, fueron al sector hombres a ver algo para su marido.
- ¿Qué te parece esta camisa, Esmeralda, o te gusta más esta otra?
- ¿Qué talle es, ésta entró ayer?
Al darse vuelta, otra vez esos ojos negros, esa sonrisa, esa voz ronca.
Quedó paralizada, como una niña atrapada in fraganti.
- Talle 44, ¿en azul hay?
- Si, ya se la traigo.
- Qué te pasa Inés, estás pálida como si hubieses visto un fantasma.
- No, no es nada, debe ser la calefacción del lugar.
- Aquí está señora.
- La llevo.
- Pase por la caja y gracias por la compra.
- Gracias, adiós.

Cuando regresó a la casa, ordenando las boletas de los gastos realizados, encuentra en la de la tienda donde compró la camisa, un teléfono y un nombre.
Se quedó un largo rato mirando el número, como si fuese el de la lotería o de algún premio de azar.
Un simple llamado y todo lo estable, rutinario, cotidiano, podría cambiar.
Sin saber muy bien por qué, decidió guardar el número... quién sabe, tal vez me anime, deje esta farsa de lado y lo llame, se dijo.
En el cumpleaños de Juan Pablo le entrega el regalo y se acuerda del joven.
Al otro día decide llamarlo por teléfono. La voz le temblaba, al igual que las piernas, estaba nerviosa, aturdida. Esa voz ronca inconfundible la atiende.
- Hola.
- Hola, habla Inés, bueno no sabes mi nombre, soy la que te compro la camisa...
- Azul, ya te recuerdo, esperaba ansioso tu llamado, te tomaste tu tiempo.
- Bueno... no es fácil.
- Me imagino, ¿sos casada, no?
- Sí
- ¿Cuándo nos vemos?
- No sé.
- Te parece hoy a las siete de la tarde.
- ¿Hoy, a las siete? Eh... me tomas tan desprevenida.
- ¿Qué queres esperar?
- Está bien, decime el lugar y voy.

Tocan a la puerta. - ¿ Inés estás ahí?
- Si Juan, me estoy dando un baño de inmersión.
- No, como hace más de una hora que no salís, pensé que te había pasado algo.
- No, nada, esta todo bien, ya salgo.
- Dale, así vamos a dar una vuelta.
Salió del baño, se vistió y volvió a la realidad.
Juan la estaba esperando con las llaves del auto en la mano.
- Vamos a pasear, el día está lindo, luego podemos almorzar en algún restaurante de la zona.
- Bueno.

Durante el trayecto Juan Pablo no dejaba de hablar, comentar cosas del paisaje, de la vida diaria, los chicos, el colegio, el trabajo, amigos, etc., etc... Ella ausente, en otro mundo, su mundo prohibido, ajeno a todo y a todos.
Un universo de dos, donde sus amigas, familia, sociedad no la entenderían jamás, al contrario sería juzgada y condenada y si fuese posible a la hoguera.
El almuerzo transcurrió tranquilo, al igual que la tarde, yéndose poco a poco, como ella tras cada minuto que pasaba. Cada vez más lejana, más vacía y sola.
Juan Pablo preparó unos tragos, encendió la televisión para ver el informativo y ella se recostó en el sillón a leer ......

 Hoy quisiera tus dedos
escribiéndome historias en el pelo,
y quisiera besos en la espalda,
acurrucos, que me dijeras
las más grandes verdades
o las más grandes mentiras,
que me dijeras por ejemplo
que soy la mujer más linda,
que me querés mucho,
cosas así, tan sencillas, tan repetidas,
que me delinearas el rostro
y me quedaras viendo a los ojos
como si tu vida entera
dependiera de que los míos sonrieran
alborotando todas las gaviotas en la espuma


El recuerdo golpeando la puerta nuevamente, la lengua de Ignacio recorriéndola palmo a palmo, sus brazos fuertes tomándola, las manos acariciando su piel, sintiéndose fundirse en él.
- Cuántos años tenés le preguntó un día.
- ¿Eso importa?
- No, pero me gustaría saber.
- veintiocho ¿y vos?
- trece más que tú.
- Siempre me gustaron las mujeres maduras, son más sensuales, seguras de sí mismas.
- Me siento vieja a tu lado, ridícula.
- Yo me siento feliz. Le respondió él.

- Inés, Inés... ¿te dormiste?
- Si, estaba cansada.
- Preparo algo para cenar, ¿te parece?
- Bueno, sí.

Prepararé la pasta que a ella tanto le gusta, quiero sorprenderla, pondré la mesa: velas, flores, el vino... esta todo, no falta nada.
La cena transcurría en silencio, Juan Pablo no dejaba de mirarla y admirar a su mujer, le gustaba su rostro plácido.
- ¿Te agrada la comida?
- Si, gracias, está todo delicioso.
- ¿Brindamos?
- ¿Por qué motivo?
- Por nosotros, nuestra felicidad, nuestro matrimonio, los chicos, nuestra vida juntos.
Levantó la copa, le sonrió y se sintió culpable.
Luego de la cena, se sentaron frente a la chimenea. Él la estrechó y ella no soportó esos brazos alrededor de su cuerpo. Ansiaba los de Ignacio.
Le colocó una gargantilla de oro en el cuello.
- Como símbolo infinito del amor que siento por ti, le dijo.
No podía dejar de llorar, él pensó que se debía a la emoción del obsequio. Solo ella sabía cuál era el verdadero motivo de esas lágrimas.
Lo miró a los ojos, se quitó el collar y se lo entregó a Juan Pablo.
- Gracias, pero no puedo aceptarlo.
- Pero, por qué, no te gustó, podes cambiarlo sí queres.
- No, no es ese el motivo. No puedo recibirlo porque te soy infiel.
- Cómo que me sos infiel, de qué hablas Inés.
- Hace casi un año, conocí a un joven y tengo un romance con él. Creo que estoy enamorada y no puedo seguir en esta situación.
- Me parece que el vino te sentó mal Inés, estas delirando, vos un romance con un joven, de qué hablas.
- De eso Juan, tengo un amante.

Se levantó, fue al cuarto, armó el bolso y regresó a la ciudad.

Juan, inmóvil frente a la chimenea pensaba... cuando dos personas comienzan una relación ambas están enamoradas, en cambio cuando se termina, una de ellas deja de amar y la otra continua amando y lo que más se extraña son estas pequeñas imágenes cotidianas.

 

 

HAIKUS

HAIKUS

La luna huye
de la fría madrugada
metiéndose en mi cama

No te recuerdo
cada vez que te miro
no te reconozco

Cuando me lastiman
no es culpa del otro
yo no me quiero

Quiero verte
lo dijiste todo
con solo dos palabras

La mentira es
cobarde como el
disparo en la espalda

Hoy cumples 50
dime que se siente
ser mayor de edad

Las letras juegan
en el blanco papel
dibujando haikus

Tu patria es

mi piel en

ella habito

Carta al abuelo Pedro

Carta al abuelo Pedro

"Ya llegará el día de nuestra victoria;
la Paz por el mundo se paseará,
talleres y campos cantando la gloria
de los que cayeron por la libertad
.”


La casa semioscura me trajo a la memoria tu presencia. Para mi desconocida, ya que supe de vos pocas semanas antes de que te fueras de viaje. A medida que iba subiendo los peldaños de esa escalera de madera, que tantas veces habrás subido y bajado por ella en todos esos años que viviste allí…me fui preguntando cuantas historias cobijaban esas paredes. El cuarto permanecía intacto, como esperando tu imprevisto regreso en cualquier momento. Colgada de la pared, tu foto, se imponía junto a las mujeres. Serio, como si estuvieses enojado por haberte retratado y dejar allí tu estampa inalterable con el correr de los años.


Espero no te enojes por mi tuteo…debería tratarte de usted, dada la diferencia de edad y el respeto que tu imagen impone…pero a veces, cuando le escribimos a los que ya no están, nos permitimos estos abusos.
Ojala hubieses sido más precavido y haber dejado escrito en esos papeles que le llaman testamento…que no vendieran la casa.


La gente no sabe que no solo vende ladrillos, se vende los recuerdos, las historias de diferentes generaciones que se han refugiado allí, buscando el consejo, la palabra amiga, al padre, al abuelo, al hombre.


Te preguntaras por qué te escribo…es uno de mis pasatiempos,  jugar con las palabras, armar historias, inventarlas como en este caso, ya que no tengo tu recuerdo.


Pero puedo imaginarte, en ese cuarto, lugar donde tu nieto ha hecho suyo, leyendo tus libros, soñando con un país más justo, más equitativo, con la igualdad de clases, sin capitalismo, sin niños pidiendo en las esquinas. Poco a poco nos vamos acercando, aún falta mucho, pero tus utopías nos sirven a muchos para seguir andando y por hombres como vos…seguir luchando.


A través de Martín llegue a vos…y de tu guarida, que me gusto entrar y sentir tu olor aún perfumando el ambiente. Tu invisible imagen sigue paseando por esos pasillos, durmiendo en esa cama que está como la dejaste, al igual que el sillón esperándote. Y los recuerdos agazapados en cada muro, en cada ladrillo que supiste levantar y mantener erguidos con sacrificio, con amor, con orgullo. Qué pena que los muertos no puedan defender su territorio y por el vil metal, tal vez mañana todo se transforme en polvo. Pero no temas, porque podrán derribar las paredes, las ventanas, las puertas, pero jamás demolerán tu recuerdo, porque te quedaste habitando en “tu cuarto hijo”.
 

Salud compañero,

LLUEVE SOBRE MOJADO

LLUEVE SOBRE MOJADO


Aquí estoy mirando hacia el jardín. Las gotas caen incesantemente sobre el césped bien cortado.
Esta lluvia sempiterna me pone nostalgiosa. Existirá esa palabra o será otro más de mis neologismos, esos que no te gusta que invente, porque dices que me expreso mal, pero a mí me causa gracia.
Ya es tarde y tu aún no llegaste. Leeré un libro mientras te espero. Quizás ese sea mi destino, esperarte. Pues tu nunca estas a tiempo en ningún lugar y yo siempre dispuesta a aguardar.
Un trueno estrepitoso me desconcentra de la lectura. El perro le ladra al cielo.
Oscurece. Sabes bien que le temo a las tormentas. Tu celular está apagado. Para qué lo usas si nunca puedo comunicarme contigo cuando necesito hacerlo.
Llamo a la oficina y tampoco responde nadie. Seguro te habrás ido con tus compañeros de trabajo a un “after hour” o tal vez con tu secretaria. ¿Podrías ser tan previsible que tengas como amante a tu asistente? Espero estar al lado de un hombre, un poco más original, no sé... hasta preferiría, en caso de infidelidad, que me engañaras con un compañero de trabajo. Si otro hombre, por lo menos, no habría competencia.
Cómo competir con un trozo de carne que cuelga entre las piernas, cuando yo tengo un hueco, que solo tu lo llenas. Pero pensándolo bien, también otro podría completarlo. Debo reconocer que yo no sería tan arriesgada de estar con otra mujer, pero sí con varios hombres. Pues en caso de traicionarte, lo haría con varios, para exclusivo estas tú.
Seguramente estarás en el apartamento de él, tomaran un whisky para ponerse a tono. Luego miraran una película porno, al tiempo que de soslayo se observan el incipiente bulto. Los hombres cuando van al baño se observan haber quien la tiene más gruesa, más grande. ¡Qué tontos que son por Dios! Pero claro, hay que comparar, no sea cosa que la homosexualidad latente se despierte y entre esos penes haya uno disponible para regocijarse. La película cada vez los va poniendo más cachondos y se van acercando, posan la mano uno en la bragueta del otro. Los cierres se bajan y los falos emergen victoriosos. Las lenguas convergen. Las ropas caen. Los cuerpos desnudos se fusionan. Pieles sudorosas. Gemidos de placer. Y después todo vuelve a la normalidad.
Regresas cansado. ojeroso. Un día complicado. Mucho trabajo. La lluvia un contratiempo. Las calles embotelladas. El tránsito un desastre. Me daré una ducha y luego cenamos. ¿Qué preparaste para cenar?
Te sonrió esperando te animes y me cuentes tu aventura. Ese affaire con tu colega, pero callas. Después de cenar nos acostamos. Me acerco a ti y te huelo. Busco el olor del otro, a pesar de la ducha siempre quedan vestigios. Solo el olor al jabón y al desodorante.
- ¿Qué hueles? Me dices.
- A ti, al otro. Le respondo.
- ¿De que hablas mujer? A qué otro te referís.
- A tu amante.
- A mi amante, pero acaso enloqueciste, esos libros que lees te están afectando el raciocinio, mejor dedicate a la cocina que es lo tuyo.
- Entiendo que no quieras admitirlo, pero sabes no te juzgo, ni te censuro, es más me excita la idea de verte con otro hombre.
- María, realmente no sé de qué me estás hablando. ¿Qué tomaste?
- Nada mi amor, o me vas a decir que tu tardanza se debió a que te quedaste trabajando hasta tarde o te fuiste a tomar un whisky con tus compañeros de trabajo. Llegaste casi a las 11 de la noche Omar. No me des pretextos, decime la verdad, no voy a hacerte una escena de celos.
- Hasta mañana Maria, que descanses.
¿Cómo se habrá dado cuenta de mi romance con Miguel? Hemos sido tan cautos.
Los hombres siempre se olvidan, que nosotras tenemos un sentido más que ellos. El sexto.

Mara

I wish you were here

I wish you were here

Subió al coche como si lo conociera de siempre. Sin mediar demasiadas palabras llegaron a su apartamento.
Descorchó el vino y probaron las rabas. Esa era la tarjeta de invitación.

How I wish, how I wish you were here
We’re just two lost souls suimming in a fish bowl, year after year,
Running over the same old ground. What have we found? The same old fears.
Wish you were here.

Cantaba Pink Floyd.

Degustaron el vino y las rabas crocantes se deshacían en su boca.
No sabía bien si era el efecto del alcohol, su presencia ajena y a la vez cercana, que estaba verborrágica. Ese era uno de los tantos mecanismos de defensa utilizados. Otra máscara más que ocultaba su verdadero yo, y mostraba solo lo que deseaba. Tantos disfraces usaba, tantas capas envolvían su ser, que ya era difícil reconocerse.

Su silueta se dibujaba a contra luz. Le gustaba lo que insinuaba, solo pudo corroborarlo cuando sintió su piel bajo los dedos de sus manos. Era suave, invitaba a la caricia, aunque el pretexto hayan sido los masajes.

Cansada ya de actuar un personaje que no comprendía, se dejó llevar por sus deseos.
Junto a sus ropas quedaron los buenos modales de señora y los prejuicios.

La noche tocó a su fin para ella.
Se despidieron sin promesas que sabían no iban a cumplir.
Ya en su guarida, recordó a Cortazar y recitó en voz alta…

No me des tregua, no me perdones nunca.
Hostígame en la sangre,
que cada cosa cruel sea tú que vuelves.
¡No me dejes dormir, no me des paz!
Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente.
No me pierdas como una música fácil,
no seas caricia ni guante;
tálame como un sílex, desespérame.

J.Cortazar

Mara
28.7.05

MUJER SOLA

MUJER SOLA

Era domingo, miró a través de la ventana y vio que el cielo estaba gris y suponía que gélido. Decidió quedarse un rato más en la cama. Abrió el libro en la página que lo había dejado la noche anterior y continúo leyendo. El dolor de estomago le indicó que era hora de almorzar. Se preparó un sándwich, y se sentó en el living a mirar la televisión mientras comía.
Una película que estaban pasando atrapó su atención. Luego dormitó un rato y la despertó el timbre del teléfono. Una amiga la llamaba para ir al shopping.
Se dio una ducha, tomo las llaves del auto y se fue.
Al final eran tres las amigas con las que se reunió para tomar un café y conversar.
La charla como siempre rondaba en la falta de compromiso de los hombres, en sus ausencias, en el haber llegado a los cuarenta, estar divorciadas y los hijos adolescentes que hacen su vida y ellas solas.
Las escuchaba con atención, pero a la vez se sentía algo ajena a todo eso. Hacía unos meses que había conocido a Daniel y ella consideraba que tenían una relación excelente, aunque él en verdad no se comprometía demasiado en la misma. Pero por ahora, la iba llevando y no necesitaba más que eso. Algunos días de compañía, pero volver a lavar calzoncillos, que le digan “vieja esta la cena pronta”...ni loca!!!! Con los chicos ya tenía suficiente.
Por suerte los fines de semana se quedaban con el padre y ella libre, para hacer y deshacer a su antojo, como ahora, estar con unas amigas, tomando un café, conversando, sin horarios.
Al llegar a su casa, decidió darse un buen baño de inmersión. Llenó la bañera, colocó las sales que había comprado en el shopping, encendió unas velas, abrió la botella de vino blanco que tenía en la heladera para alguna ocasión especial, prendió el equipo y se metió dentro de esas burbujas relajantes.
No sabe bien cuánto tiempo estuvo así, el agua fría le indicó lo suficiente como para ya terminar su desestresante baño.
Se puso su nuevo pijama de seda, se perfumó y se acostó a seguir con su lectura.
Suena el teléfono.
- Hola.
- Hola, Inés, soy yo Daniel.
- Ah hola, que tal cómo estas.
- Bien, aquí pensando en vos, ¿cómo pasaste?
- Bárbaro ¿y vos?
- Muy bien, tranquilo, bueno…algo deprimido viste.
- ¿Por qué? ¿Sucedió algo?
- No, nada serio, es que me puse a pensar y viste como es…no sé, de pronto me agarró el bajón y me sentí solo. Y bueno, pensé, voy a llamar aquella para ir a tomar algo, o charlar un poco, ¿querés?
- Lamento que te hayas sentido así hoy, pero sabes, ya me acosté y la verdad que no tengo ganas de salir, el domingo es un día para mí, si querés, nos vemos mañana.
- Bueno, OK, hasta mañana entonces.
- Te llamo.
Colgó el teléfono y pensó…los hombres jamás cambian, siempre se piensan que estamos a su disposición. Te llamó si…

Hombre solo

Hombre solo

Estirando los brazos para sacar la modorra de encima, se desperezó en la ancha y vacía cama. Cumplió su ritual de la ducha rápida y luego de preparar el mate se sentó en el living a leer el diario. Las mismas noticias de siempre, discusiones gubernamentales, accidentes, guerras, hambruna, etc. ..
El día estaba gris, las ramas de los árboles se arqueaban como haciendo una reverencia. Se podía sentir el frío a través de los cristales.
Encendió un cigarrillo, mientras planificaba que haría en ese domingo, aparentemente lúgubre.
Sus hijos se habían ido a pasar unos días al campo con la madre, y sus amigos lo pasaban con la familia.
Aparentemente otro día más sin demasiadas variantes. Sacó el auto del garaje y decidió dar una vuelta para despejarse. Las calles estaban desiertas, parecía una ciudad fantasma, donde sólo los edificios y los árboles la habitaban.
Una soledad inmensa se apoderó de su cuerpo. Se sintió triste y no sabía qué hacer con eses sentimiento aciago que lo embargaba. El era un hombre optimista o así se consideraba, pero esa alegría que lo caracterizaba se había trucado en amargura.
Repasó rápidamente su vida…no había motivos aparentes para estar así, salvo las inclemencias del tiempo.
Era joven aún, un buen trabajo, ganaba bien, tenía un apartamento nuevo, hijos adorables, se llevaba bien con su ex mujer y sus otras compañeras de cama cumplían con su cometido.
Seguramente luego de almorzar se sentiría mejor, se dijo para sí mismo.
Fue a su restaurante preferido. El local estaba lleno, casi todas familias o parejas, pero pocas personas solas como él. Por suerte encontró una mesa en un rincón frente a la ventana. Prefería otro lugar, más discreto, no tan expuesto, pero no había otra opción.
Pidió un asado a punto con ensalada mixta, un buen tannat y de postre flan con dulce de leche. Luego de ese opíparo banquete, una buena siesta – pensó.
Se tiró en el sillón a mirar la televisión mientras aguardaba que Morfeo lo visitara.
Despertó justamente en la famosa “hora del tiro”. En esa transición entre el día y la noche. El atardecer, dónde todo se ve difuso pues es temprano para encender la luz, pero es tarde para ver las cosas con claridad.
Un café le sentaría bien. Mientras lo saboreaba, volvió a experimentar esa opresión en el pecho, como un ahogo, un desanimo generalizado, que no encontraba un motivo aparente de existir.
Una vez más revisó su vida...el trabajo, sus hijos, sus amigos, sus mujeres. Sus mujeres…¿cuáles mujeres? Las que permitía una vez por semana visitar su alcoba o las que él iba a ver cada vez que su esperma se lo pedía. Charlas huecas, cuerpos sin mentes despiertas, solamente eso, cuerpos que satisfacían sus necesidades sexuales y nada más.
Tanto daño le había hecho el frustrado matrimonio que no podía comprometerse con nadie. Por qué siempre buscar chicas más jóvenes, bellas sí, pero con quienes no podía compartir nada, solo un rato de cama.
Se dio cuenta lo solo que estaba. Lo vacía que era su vida y el miedo que tenía en volver a estar con alguien. Tener una compañera con quién compartir un sombrío domingo como ese. - - Pero …y mi libertad, dónde quedaría, se preguntó.
- De qué libertad me hablas…para que la queres, para sentirte así un domingo, solo, triste.
Su mente se desdoblaba y una lucha interna comenzó a batirse. El deseo de volver a estar con alguien y el miedo a perder su tan ansiada y utópica libertad.
- Sería bárbaro sí tener a alguien, pero…
- Pero qué loco, ya tenes cuarenta y pico, aún sos joven pero el tiempo pasa rápidamente.
- Si lo sé. Pero viste como es, luego vienen los reclamos, el dar explicaciones por todo, las preguntas, los reproches. No quiero eso de nuevo en mi vida. Estoy bien así, ya se me pasará.
- Supongo que si, que se te pasará, seguramente cuando tengas setenta años, y sigas aquí sentado en tu sillón, mirando por la ventana un domingo como este, solo cebándote un mate y recordando a tus hijos que están con su familia y no tuvieron tiempo para ir a visitarte.
- No es tan así tampoco, tengo mis amigos, mis chicas, el club, mi trabajo.
- Bárbaro todo esto, y decime vos, dónde están hoy tus amigos, el club, tus chicas…
- Bueno hoy es domingo, mis amigos con su familia, el club cierra y mis chicas…si las llamo ya pensaran que quiero algo más, prefiero no comprometerme.
- Comprometerte…linda palabra, que miedo le tenes ¿eh? A ver decime, vos que te crees que las sabes todas…imaginate por unos minutos este cuadro. Domingo por la mañana, estiras el brazo y te encontras con el cuerpo de ella, tibio, sensual, se da vuelta te abraza y comienzan a hacer el amor. Luego se dan una ducha juntos, se sientan en el living a desayunar mientras recuerdan entre risas y caricias la excitante noche que tuvieron. Después salen a almorzar, de tarde una siesta y otro encontronazo de cuerpos y en la noche una buena película acurrucados en el sillón.
- Mmm…no esta mal, pero…
- Pero qué…seguramente te ahogo, te sentiste asfixiado, te hizo un interrogatorio exhaustivo sobre todo lo que pensaste en ese día.
- No, no es eso…pero otra vez de noche se quedará en el departamento
- Solo si vos queres, si ella también tiene el suyo. Te cuento un poco más la historia…te termino la película. Ella se va para su casa; comienza la semana, el trabajo, los chicos que te visitan, vas al club en la noche y la llamas para cenar y ella te dice…me encantaría, pero hoy tengo ganas de quedarme aquí, nos vemos mañana, ¿te parece?
- No esperaba esa respuesta.
- Viste. No todas son posesivas. Quitate de la cabeza esa imagen de mujer-madre que te oprime.

El cigarrillo se consumía entre sus dedos, al tiempo que sus pensamientos lo atormentaban. Y si mi otro yo, tiene razón…qué espero, a tener sesenta años para tener otra pareja.

- Acordate cuando me decías de chico…no quiero que la vejez me reciba sin una mujer al lado.

VIENE

VIENE

Estiré el brazo para tomar tu mano y no había nadie. Al abrir los ojos me di cuenta que solo fue un sueño. Estabas conmigo sin estarlo. Mientras desayunaba me pregunté por qué ocupabas mis pensamientos, eras solamente un resto onírico o tal vez por todas las cosas que necesito decirte y no te he dicho hasta ahora, o para poder responder al sinfín de preguntas sin respuesta. Por qué siempre estaremos a destiempo, por qué andamos encontrándonos y desencontrándonos en el curso de estos años que nos conocemos. Muchas veces me ocurre que tus recuerdos golpean mi mente, como si fuesen piedritas en una ventana y pienso en vos. En lo vivido juntos, en esos pequeños momentos que se fueron haciendo grandes en mi memoria.
Me di una ducha, me vestí cuidadosamente como si fuese a encontrarte en alguna calle y salí sin rumbo fijo. El día estaba frío, pero soleado. Al rato estaba frente a la vieja estación de ferrocarril transformada en un encuentro de gastronomía y arte. En la entrada una muestra de nuestro Carnaval me recibe con su ritmo ...
EN LA MITAD
Son ellos los viejos murgueros
que viven para el Carnaval
y elevan sus cantos al viento
soñando que pronto vendrán.

Seguí andando por esos pasillos que guardan memorias de viajantes, cuando aún funcionaba el tren en nuestro país, y ahora tan solo quedan esas viejas vías como testigo de lo que algún día fue.
Al entrar a un gran salón me encontré con disfraces de los arlequines de nuestra historia y de pronto surges tú, en una foto del año 2002 o 2003. Escondido tras las caras pintadas de tus compañeros, como queriendo pasar desapercibido, pero desde ese rincón, me guiñabas un ojo con tu risa burlona y comenzamos el peregrinaje juntos.
Fuimos recorriendo esos remotos pasillos, subiendo peldaños de mármol arqueados y gastados por el paso del tiempo.
Nos detuvimos ante cada pintura, artesanía, libro, escultura que vimos. Y una vez más me sorprendiste, ahora desde la música vienes A Contramano y te sostengo entre mis manos y me pregunto, lo nuestro será siempre así a contramano y a destiempo. O algún día haremos un encuentro real, un festín de cuerpos, de bocas que se besan, de dedos que acarician, de pieles sudadas, de gemidos sentidos.
Te extraño, y como dice Sabina...” No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”. No puedo dejar de pensar por qué no nos permitimos conocernos, desde lo cotidiano, en esas pequeñas cosas que hacen el día a día y no de a ratos como lo hemos hecho.
Tal vez sea el momento del reencuentro y el abrazo y andemos por la misma senda.

A contramano

A contramano

A CONTRAMANO

Sentí los pasos subiendo la escalera. Solo la luz que entraba por la ventana desde la calle iluminaba la habitación. Hecha un ovillo, el sillón me cobijaba. Lamía mi piel como una loba herida. Fue derecho al baño. La mezcla de sudor y perfume iba tras él, único testigo, en minutos ni rastro quedaría.
Llamadas consecuentes, palabras como flechas que iban y venían plasmadas en correos teñidas de poesía, sexo contado por los dedos de una mano, conformaban la reseña de nuestra historia.
- ¿ A qué le temes cachorra?
- A enamorarme y que me lastimes. Le respondía.
Sacudí el miedo y me metí en su cama. Cada noche lo esperaba desnuda en la oscuridad de su cuarto. Nuestros cuerpos se encajaban, libraban batallas, sudaban amores.
Antes del amanecer partía.
La noche se pintó la cara. Fue difícil reconocerlo, pero cuando las voces comenzaron a cantar, la suya era inconfundible. Esa boca que mi lengua hurgaba cada noche, esa boca que era mía hoy le cantaba al pueblo

Este es el lugar de las
cosas perdidas
que se nos perdieron
en la
madrugada.
aquí esta la novia
con su
despedida
un exodo de bocas
que no
dicen nada
Vengan al lugar de las
cosas perdidas
se sabe que todos pierden
algún día
un amante
un libro
una alcancía
un algo de vergüenza
con un mediodía.
perder el nombre
sin querer
perder el miedo de
no ser, no puedo
los pobres ya no tienen
que perder
solo la dignidad les queda a ellos
Este es lugar de las cosas perdidas
Vengan al lugar de las cosas perdidas.

Me fui abriendo paso entre la gente.
- Al tablado a verte, estas loco, ni muerta voy.
Estaba allí parado, con el sombrero en una mano, mientras la otra la tomaba por la cintura. Ella recorría una gota de sudor que bajaba por su mejilla hasta morir en el cuello.
Esa boca es mía, esas manos son mías, ese cuerpo es mío. Gritaba en silencio.
Le levantó la falda, introdujo sus dedos, los lamió y volvió a metérselos.
La recostó contra la puerta del ómnibus y la cogió.
Un líquido espeso como su esperma, vomitaba mi boca.
La canilla se cerró. Dejé las llaves sobre la mesa y me fui.
Subí al coche, doblé en la esquina a contramano y la noche se pinto de luto.

Lo inexorable de lo sagrado

Lo inexorable de lo sagrado

LO INEXORABLE DE LO SAGRADO
Gabriel G. Márquez en su libro “El amor en los tiempos del cólera”...dice ...” nacemos con los polvos contados, un polvo que se pierde, es un polvo que no se recupera jamás”.
Cuántos polvos hemos dejado pasar por estar acorazados, con miedo al engaño, a lastimarnos. Preferimos un sexo insustancial, meramente para no dejar herrumbrar la armadura.
Qué significado tendrá en este siglo xxi “hacer el amor”, hoy por hoy se tranza, se coge, se culea, se fifa.
En dónde quedan los afectos, cuando esa alianza de cuerpos se festeja. Cuando nos entregamos al otro, mostrando nuestra piel, dejándola tocar, acariciar, besar.
Venimos golpeados de batallas pasadas, las heridas de guerra a veces aún sangran cuando las recordamos y es difícil irse a la cama despojado de todo. La caparazón puede ir desnuda, pero no así el alma, ni los pensamientos.
En el lecho somos mucho más que dos, somos nosotros, vos, yo y todos los otros y las otras que alguna vez deambularon por nuestras vidas. Ellos y ellas nos enseñaron también a amar y a veces solo curtir el pellejo.
Cuanto razón tiene Galeano cuando escribió:

No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su
viaje,
a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto,
nos
arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea
jubiloso
dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque
nacer
es una alegría que duele. Pequeña muerte, llaman en
Francia a la
culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y
perdiéndonos
nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña
muerte, la llaman;
pero grande , muy grande ha de ser, si matándonos nos
nace.

Tanto miedo tenemos de amar y dejarnos amar.

Jugando con la imaginación

Jugando con la imaginación

JUGANDO CON LA IMAGINACION

En la claridad del día, en la oscuridad de la noche, desde siempre, en el recuerdo o en el presente, su silueta surge, erguida, inmóvil, pasiva, dócil; como esperando cubrirse para luego volver a vaciarse.
Me quedo mirándola, como esperando que algún día esa rebeldía oculta estalle y me grite a la cara, no más; pero cada vez que vuelvo a confiarle todo aquello que no tiene un lugar, hasta que decida darle un destino; callada lo recibe.
En su territorio, como una centinela, ella custodia lo nuevo, lo viejo, lo limpio, lo usado, de la misma manera, sin distinción como si todos tuviesen el mismo derecho y ella igual obligación de cuidarlos.
Poco a poco, sin que se dé cuenta la voy desvistiendo hasta quedar desnuda y parece que me mirara complaciente, como si esbozara una sonrisa.
Su sugestiva desnudez me incita a abrigarla, entonces reincido en encomendarle su otra misión, la que le atribuí, sin su permiso ni consentimiento, de recolectar todo aquello en desuso.
Agobiada por el peso, como no pudiendo sostener ni sostenerse, va dejando caer lo que ya no puede cobijar, lo cual me obliga a aliviarla de su carga.
Así sin nada, despojada de todo lo que no le pertenece, dispuesta a cumplir su rol, no la reconozco.

Apocalipsis de los animales

Apocalipsis de los animales

El Apocalipsis de los animales

Bajo la intensidad de la luz hasta dejar el cuarto en penumbras, solo la música de Vangelis saturaba el ambiente.
Se fue acercando despacio, como animal tras su presa, su silueta delgada le provocaba fragilidad y a la vez lo estimulaba.
Ató sus manos al respaldo de la cama, vendó sus ojos con un pañuelo y uno a uno fue cortando los botones de la blusa.
Sus pechos redondos y blancos surgieron como pequeñas elevaciones, los bordeó con el filo de la navaja suavemente, provocándole un casi imperceptible estremecimiento.
Recorrió su cuerpo mórbidamente, el frío metal la intimidaba, erizando su piel y dejando escapar leves quejidos, conjunción de placer y desasosiego.
Su inseguridad, miedo, desconcierto; aumentaba su excitación, continuo acariciando su piel con la hoja, de un solo corte, rasgó su pantalón, dejando una pequeña bikini blanca al descubierto.
Desnuda sobre la cama, atada, frágil e indefensa, la deseaba aún más...
Abrió las piernas y delineó su vagina con la navaja, los dedos de sus pies, para luego subir hasta sus pechos. Sus pezones erguidos invitaban a saborearlos, morderlos, por ahora, solo el frío metal los probaba.
Una pequeña incisión deja escapar un hilo de sangre, no pude evadir la tentación de degustarla, sabia dulce como ella.
Siguió bajando por su vientre hasta toparse con su monte de Venus tupido. Se preguntó cómo quedaría podado. Lentamente fue cortando su vello hasta dejar solo un pequeño triángulo en el nacimiento del clítoris.
Lo besó suavemente, se estremeció bajo sus labios.
Sus manos comenzaron a acariciarla, sus dedos hurgaron en sus más recónditos rincones, sus gemidos se mezclaban con la música, sus fluidos con los suyos.
Besó toda su piel, suave, blanca, apetitosa, mordió sus pezones, su clítoris, saboreó sus secreciones. Sus piernas abiertas dejaban a su antojo las cavidades, introdujo sus dedos hasta el fondo, arrancándole gritos de placer y dolor.
La música terminó de sonar y con ella el goce.

El último tango Montevideano

El último tango Montevideano

“...y te dirán, sin duda, su fatiga
del amor fiel o la pasión mendiga,
su falta de esperanza o de sorpresa”

”Compañero del alma, compañero...” así terminaba el penúltimo capítulo del libro que estaba leyendo. El cielo estaba plomizo, una brisa fresca se colaba por la ventanilla.
Los ojos se le llenaron de lágrimas y no supo por qué. Tal vez por anhelar a ese compañero del alma.
A medida que los años transcurrían, las ilusiones se desvanecían más rápidamente. Como la piel gastada que se descama con el tiempo; al igual los anhelos se iban desvaneciendo. Dejando un sabor amargo en el cielo de la boca y un dolor punzante en el alma.
Se preguntó una vez más, cuáles serían los errores que cometía. Y continuaba sin encontrar respuestas.
Un frenazo repentino, la trajo a la realidad. De pronto le pareció que los transeúntes, se habían contagiado por las inclemencias del tiempo, grises, sin vida. ¿Ella también se vería así?
Salvo por el pañuelo rojo y rosa que llevaba puesto y le daba un tinte de color al negro de su atuendo, se sentía oscurecida.
Respiró hondo y decidió darle un giro a su cotidianeidad. Se bajo del autobús. No sabía muy bien en que lugar se encontraba.
A pesar que era el trayecto que hacía regularmente a su trabajo, hoy todo le parecía desconocido y extraño. Como si por primera vez estuviese transitando esas calles.
Quiso sentirse extranjera en su propia ciudad. Caminaba sin rumbo fijo.
Entro a un bar. Mientras esperaba que la atendiesen observaba a los parroquianos del lugar. Sentado en la barra había un joven de unos 23 o 24 años, bebiéndose un whisky, lo cual le llamó la atención dado la hora del día ya que supuestamente estaría en horario de trabajo.
El joven era alto, rubio de ojos claros, cabello largo, ondulado, tenía un cuerpo atlético.
Se sintió identificada con él, ya que ambos parecían ser los únicos que estaban de buen humor, disfrutando de la vida.
Se cruzaron sus miradas varias veces e intercambiaron tímidas sonrisas.
En un momento cuando ella levanta la vista, él ya no se estaba más. Una sensación de desconsuelo la embargó. Pidió la cuenta y decidió retirarse del restaurante. Cuando estaba saliendo del local, el joven vuelve a entrar, cruzaron una vez más sus miradas y ella se fue.
En la esquina mira hacia atrás y ve que la seguía; decide entrar en una galería a ver vidrieras y poder comprobar como el joven la acechaba.
La situación la divertía, a propósito se paraba delante de las vitrinas simulando observar lo que ellas exponían, pero su objetivo era contemplar lo que el joven hacia.
Le susurra al oído - que bonita eres - se da vuelta y se encuentra con su sonrisa una vez más. Lo mira, se ríe y continúa caminando.
Él a su lado, empieza a hablarle, le pregunta como se llama y si tiene tiempo para ir a beber un café y así poder conversar un rato.
Sin responderle, le extiende su tarjeta y se va. Al rato suena su celular. Quedo paralizada sin saber qué hacer. Era él. Atendió.
- Pensé que no ibas a contestar.
- Hola. Respondió.
- Estoy en el auto azul, estacionado en la esquina. Te espero.
En la esquina estaba el auto. Otra vez la duda, la pregunta recurrente. Qué es lo correcto y lo incorrecto. Cuántas veces se había sentido con la libertad de elegir, sin tener que dar explicaciones de sus actos a nadie.
Estaba allí, en el asiento del acompañante. Arrancó sin decir nada. Se dejó embriagar por la música del cd que sonaba y nada ni nadie existía.
- Una habitación doble, por favor.
- Aquí tiene, señor, habitación 1004.
- Gracias
Las miradas cómplices suplían las palabras.
Ya era de noche cuando se despidieron en la puerta.
Nunca le pregunto el nombre.
Tumbada en su cama, recordó el film El último tango en Paris.
El no era Marlon Brandon, ni ella Maria Schneider.

Pacto

Pacto

TANGO

"La ciudad no eras vos
No era tu confusión de lenguas
ni de sexos
No era el cerezo que florecía -blanco-
detrás del muro
como un mensaje de Oriente
No era tu casa
de múltiples amantes
y frágiles cerraduras

La ciudad era esta incertidumbre
la eterna pregunta -quién soy-
dicho de otro modo; quién sos."

De "Otra vez eros" 1994
Cristina Peri Rossi

Quién eres me pregunté cuando el sol entró de lleno por la ventana y abrí mis ojos y estabas ahí tendida a mi lado. Tu incipiente panza se asomaba tras las sábanas revueltas y tu piel tensa y suave me invitaba a acariciarla. No recordaba bien que había sucedido, pero tu perfume aún se alojaba en mi cuerpo. Apenas unas fugaces imágenes como relámpagos me venían a la memoria. Besos, caricias, confusión de lenguas, manos deambulando cuerpos ajenos, promesas que jamás se iban a cumplir. Todo era tan real y tan confuso, todo era tan bello y tan indecoroso.
Cerré los ojos nuevamente para poner en orden las ideas, para no creer que solo era un sueño. Al abrirlos, me encontré con su mirada cómplice, un cigarro a medio fumar se consumía entre sus dedos, mirándonos como si fuésemos un retrato.
El cabello revuelto tapaba parte de tu rostro, tus blancos dientes se asomaron regalándome una sonrisa, al tiempo que preguntabas y el desayuno ya esta pronto.
Tu naturalidad me perturbaba aún más. Todo para ti parecía tan habitual, inocente, como esa vida que llevas en tu vientre. En cambio para mí, tan ambiguo.
El agua del grifo caía sobre mi rostro, poniendo en su lugar cada pieza del rompecabezas. Ya todo era nítido y transparente.
Recordé el corcho del champagne y las burbujas salpicándonos, tu risa fresca inundando la habitación, la música moviendo nuestros cuerpos y ese beso ingenuo que nos dimos cual niñas explorando nuevas sensaciones.
Así inocuamente comenzó todo. El querer ver tu barriga, tus senos hinchados, nuestras imágenes contrastantes ante el espejo. Y al igual que el efecto dominó, una cosa fue llevándonos a otra. El beso inocente, el descubrir de cuerpos, el sentir de los dedos en la piel de la otra, jaleo de lenguas, aromas de frutos maduros, convidándonos a degustarnos.
Y ahora me pregunto: ¿quién soy?. Porque tu ya me respondiste.